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miércoles, 28 de mayo de 2014

El mecanismo de Anticítera

Com em va ensenyar la sra Hertha von Dechend, en els nostres rellotges l'agulla gran és la Lluna i la petita el Sol.
La qüestió és: en quin moment van caure (o vam deixar perdre's, folls) les altres cinc agulles, les dels planetes, els tant coneguts fats (fata, hados) o altrament anomenats (desgastadíssim) Destí? Com hem permès esdevenir esclaus del Temps (Sol-Lluna) sense saber d'on venim i on anem (Destí)?
Danzad, danzad, malditos (ensumo pòlvora als peus...)!









Foto: Com em va ensenyar la sra Hertha von Dechend, en els nostres rellotges l'agulla gran és la Lluna i la petita el Sol.
La qüestió és: en quin moment van caure (o vam deixar perdre's, folls) les altres cinc agulles, les dels planetes, els tant coneguts fats (fata, hados) o altrament anomenats (desgastadíssim) Destí? Com hem permès esdevenir esclaus del Temps (Sol-Lluna) sense saber d'on venim i on anem (Destí)?
Danzad, danzad, malditos (ensumo pòlvora als peus...)!

sábado, 23 de junio de 2012

Un mito de los Catlo’Itq


«Un hombre tenía una hija que poseía un arco y una flecha maravillosos, con los que podía derribar todo lo que quería. Pero era perezosa y siempre estaba durmiendo. Por este motivo su padre se enfadó y le dijo: “No puedes dormir siempre; lo que debes hacer es tomar tu arco y tu flecha y acertar en el ombligo del océano, para que de ese modo obtengamos el fuego”.
El ombligo del océano era un vasto remolino en el que iban a la deriba los bastoncitos que, al friccionarlos entre sí, producían el fuego. En aquellos tiempos los hombres no poseían todavía el fuego. Entonces la muchacha tomó el arco, acertó el ombligo del océano y los arneses para encender el fuego llegaron a la orilla.
El viejo se puso contento. Encendió un gran fuego y, como quería quedárselo para él solo, construyó una casa con una puerta que se abría y cerraba de golpe como una mandíbula que mataba a todos los que intentaban entrar. Pero la gente sabía que él poseía el fuego, y Ciervo decidió robarlo para ellos. Cogió un leño resinoso, lo partió y se colocó los trozos en el cabello. Después unió dos barcas, las cubrió de planchas y se puso a cantar y a bailar sobre ellas, y de esa guisa llegó a la casa del viejo. Cantaba: “¡Oh, voy a robar el fuego!”. La hija del viejo lo oyó cantar y le dijo al padre: “¡Oh, deja entrar en casa al extranjero: canta y baila muy bien!”.
Ciervo atracó y se acercó a la puerta, cantando y bailando, y mientras lo hacía saltó en dirección a la puerta como si quisiese entrar en la casa. La puerta entonces se cerró de golpe pero no lo tocó. Pero en cuanto empezó a abrirse de nuevo, él saltó veloz dentro de la casa, se sentó junto al fuego como si quisiera secarse y siguió cantando. Al mismo tiempo dejó caer la cabeza hacia delante y se recubrió de hollín; al final los trozos que tenía en la cabeza se prendieron con el fuego. Entonces Ciervo saltó fuera, huyó lejos y llevó el fuego a la gente».

De El molino de Hamlet (1969), de Giorgio de Santillana y Hertha von Dechend, capítulo 23, Gilgameš y Prometeo. La historia es de los Catlo’Itq de la Columbia Británica.

La llama y el diluvio

«Lo que dicen es lo siguiente: En los tiempos antiguos este mundo estuvo en peligro de desaparecer. Una llama macho, que pastaba en una montaña con excelentes pastos, sabía que la Madre Mar había decidido desbordarse, para caer como una catarata. Esta llama se puso muy triste y no dejó de llorar «en, en», y se negó a comer. El dueño de la llama, muy enojado, la golpeó con una panocha de maíz. “Come, perra –le dijo–. Estás en los mejores pastos.” Entonces, la llama, hablando como si fuera un hombre, le dijo al pastor: “Presta mucha atención y recuerda lo que voy a decirte: dentro de cinco días el gran océano estará aquí y todo el mundo quedará inundado”. El pastor se sintió lleno de temor y la creyó [a la llama]. “Iremos a alguna parte para escapar. Vayamos al monte Vilcacoto, donde habremos de salvarnos, y trae comida para cinco días”, ordenó. Y así, a partir de ese instante, empezó a caminar, llevándose a su familia y a la llama. Cuando estaba a punto de alcanzar la cumbre del monte Vilcacoto, descubrió que allí se habían reunido todos los animales: puma, zorro, huanaco, cóndor, cada especie de animal. Apenas acababa de llegar el hombre cuando empezaron a caer ríos de agua, así que allí se quedaron, apretujados en lo alto de Vilcacoto, en un diminuto espacio, en la misma cumbre, adonde no podía llegar el agua. Pero el agua consiguió llegar a la cola de la zorra y la mojó, razón por la cual la cola de la zorra es negra incluso ahora. Después de cinco días, las aguas empezaron a retroceder y todo se secó. En la parte seca empezó a crecer vegetación. El mar se retiró aún más y al retirarse y secarse, mató a todos los hombres. Sólo el que estaba en la montaña sobrevivió, y con él el resto del pueblo [¿familia?], que regresaron para multiplicarse, y gracias a él existe hoy la humanidad.»

William Sullivan, El secreto de los incas, Ed. Grijalbo