sábado, 23 de junio de 2012

La llama y el diluvio

«Lo que dicen es lo siguiente: En los tiempos antiguos este mundo estuvo en peligro de desaparecer. Una llama macho, que pastaba en una montaña con excelentes pastos, sabía que la Madre Mar había decidido desbordarse, para caer como una catarata. Esta llama se puso muy triste y no dejó de llorar «en, en», y se negó a comer. El dueño de la llama, muy enojado, la golpeó con una panocha de maíz. “Come, perra –le dijo–. Estás en los mejores pastos.” Entonces, la llama, hablando como si fuera un hombre, le dijo al pastor: “Presta mucha atención y recuerda lo que voy a decirte: dentro de cinco días el gran océano estará aquí y todo el mundo quedará inundado”. El pastor se sintió lleno de temor y la creyó [a la llama]. “Iremos a alguna parte para escapar. Vayamos al monte Vilcacoto, donde habremos de salvarnos, y trae comida para cinco días”, ordenó. Y así, a partir de ese instante, empezó a caminar, llevándose a su familia y a la llama. Cuando estaba a punto de alcanzar la cumbre del monte Vilcacoto, descubrió que allí se habían reunido todos los animales: puma, zorro, huanaco, cóndor, cada especie de animal. Apenas acababa de llegar el hombre cuando empezaron a caer ríos de agua, así que allí se quedaron, apretujados en lo alto de Vilcacoto, en un diminuto espacio, en la misma cumbre, adonde no podía llegar el agua. Pero el agua consiguió llegar a la cola de la zorra y la mojó, razón por la cual la cola de la zorra es negra incluso ahora. Después de cinco días, las aguas empezaron a retroceder y todo se secó. En la parte seca empezó a crecer vegetación. El mar se retiró aún más y al retirarse y secarse, mató a todos los hombres. Sólo el que estaba en la montaña sobrevivió, y con él el resto del pueblo [¿familia?], que regresaron para multiplicarse, y gracias a él existe hoy la humanidad.»

William Sullivan, El secreto de los incas, Ed. Grijalbo 

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